Elaborado con leche cruda, pasta dura y prensada, pesa entre treinta y cincuenta kilos y tienen una textura granulosa. Para hacer un kilo de queso se necesitan dieciséis litros de leche. Para una rueda ni más ni menos que unos quinientos cincuenta litros. Algunas instituciones de crédito italiano lo aceptan como garantía a la hora de conceder hipotecas a los productores del queso. Las referencias en la literatura se remontan al siglo XVI, Bocacchio ya lo nombraba en su Decameron. Al Parmigiano se le conoce como un almacén en miniatura ya que contiene infinidad de nutrientes concentrados: es rico en proteínas, lípidos, calcio y fósforo. Relativamente bajo en grasa y colesterol si se compara con otros quesos. Se utiliza mucho en la cocina, pero no todos lo hacen con el auténtico (desgraciadamente). Dependiendo de su maduración nos encontraremos en boca desde caramelo, manzana, piña, plátano, chocolate, toffe... Picante y dulce. Un abanico inmenso de sensaciones. Los italianos suelen tomarlo como aperitivo en trozos acompañado de higos o peras y si es con un Prosseco es lo máximo.